Hoy conviven en el mercado cuatro generaciones laborales distintas. Esta diversidad puede significar una dificultad o una inestimable ventaja, dependiendo de cómo se la administre. Aparecen los «viejennials», que van de los 50 a los 75 años. Son activos, digitalizados, profesionales y ejecutivos senior con actitudes, costumbres y gustos de millennials matizada con la experiencia y paciencia de las generaciones anteriores.
Cuando Marc Vidal habla de los «viejennials» nos obliga a repensar si somos capaces de incluir y entender a un inmenso universo de personas mayores de 50 años, que muchas empresas ya ven como viejos, que no contratarían en sus filas. Sin embargo, son personas que se comportan casi como millennials en muchos aspectos, que muchas veces tienen la serenidad y la constancia de un talento senior, que las generaciones más jóvenes aun no alcanzaron. Los «viejennials» son un mercado tan interesante que las generaciones Y o Z, pero seguramente infinitamente más rentables. La diversidad es mucho más compleja que lo que muchos piensan.
Tanto empresas como organismos públicos, universidades e instituciones de todo tipo están hoy expuestas a la necesidad y obligación moral de «invertir» en diversidad. Diversidad implica entender a cada ser humano como único. No implica solamente ser tolerante con la diferencia sino, por lo contrario, buscar y festejar la creativa y desafiante diversidad que hay en cada individuo.
En este sentido, innovar requiere mucho más que la voluntad de hacerlo. Implica identificar los espacios de mejora o disrupción, conformar los equipos humanos, conseguir los recursos necesarios y, por sobre todo, inspirar una cultura de transformación, creatividad y compromiso como parte del cóctel. La diversidad del equipo es una pieza fundamental muchas veces soslayada.
Inclusión en la diversidad
Diversidad va más allá del género u orientación sexual, es incluir en nuestras organizaciones individuos de diferentes capacidades físicas, cultura, edad, origen, raza, educación, clase social, religión, profesión, estilos de vida, aspecto físico, estado civil y experiencia laboral. La diversidad es mucho más que un deber moral, es una excelente inversión.
Cuando nos proponemos ser inclusivos aparece el sesgo cultural, es decir la característica humana de medir al otro con nuestra propia vara. Para poder vencer el sesgo cultural, es necesario salir de la estrechez de nuestro propio conocimiento y ver al otro no como una dicotomía igual / diferente a mí, sino como un ser único. Lo normal se relaciona con la media estadística, y desde el valor social como objetivo.
Representar en nuestro equipo a las sociedades a las que pretendemos servir nos da un entendimiento más cabal y cercano de ellas. En el mundo de las experiencias, es imprescindible entender cómo siente, qué piensa y que espera cada uno de nuestros clientes. No alcanza un focus group o una observación antropológica. Una correcta inclusión nos dará una ventaja estratégica decisiva.
Preparando el terreno para la innovación
Cuando somos capaces de incluir en nuestras organizaciones concepciones y visiones diferentes, la innovación surge con más naturalidad y fuerza. La innovación surgirá de la diversidad, de las experiencias y visiones distintas, de ver un universo diferente para poder reflejarlo y servirlo.
Diversidad debe implicar dos conceptos vitales: inclusión e integración. Inclusión significa, entre otras cosas, incorporar las diferencias como parte del debate global incluyendo y fomentando la interacción. Integración es sin duda donde más se fracasa en las organizaciones, e implica hacer a la diversidad parte indisoluble del todo. Muchas veces los «diferentes» son reclutados con la mejor buena voluntad pero la organización les recuerda que son diferentes, los separa y no los integra.
No se trata solamente de reclutar a los miembros de una organización pensando en la necesaria diversidad, sino permitirles desplegar la totalidad de su potencial a cada uno de ellos. Es imprescindible trabajar en la integración para que la diversidad no sea una «invitada» sino parte indivisible del todo.
Una correcta representación de la sociedad nos dará mayor apertura, creatividad e innovación, pero por sobre todo nos dará sentido de destino. Un para qué y por qué ser y hacer, una inspiración y un propósito.
Innovar es permitirnos salir de los clichés, de la «única y mejor» manera de hacer las cosas, y buscar nuevas respuestas a nuevas y viejas preguntas. Festejemos y busquemos las diferencias porque siempre suma.