Por Juan Pablo Díaz, Psicólogo Clínico y Organizacional de Colegium Diciembre es un mes complicado, sobre todo para los chicos. En vísperas de los exámenes finales, muchos alumnos y alumnas se enfrentan en poco tiempo a tener que resolver dificultades que, en algunos casos, constituyen un «arrastre» de todo el año. Si bien algunos pueden sortear las dificultades con éxito, a otros el miedo los paraliza y les impide seguir el ritmo del ajustado calendario académico, afectando negativamente la experiencia de aprendizaje, desarrollo y crecimiento.
Podemos afirmar que hoy en América Latina la salud mental de niños(as) y adolescentes ha tomado gran relevancia, debido al aumento de trastornos mentales de distinta índole, al elevado índice de suicidios en este sector etario, entre otras cosas. Estas y otras cuestiones hicieron que el tema sea considerado de gran importancia para la Organización Mundial de la Salud, las familias y también las instituciones educativas. En este contexto, ¿Cómo prevenir el pánico que producen los exámenes de fin de año?, ¿Cuáles son las alternativas que existen a nivel educacional?
Medios internacionales y expertos abrieron las puertas al análisis del factor emocional enla educación, agregando una nueva característica al perfil del docente: la de coach emocional. Entonces, cabe preguntarse ¿Cuánto puede influir un maestro en la educación emocional de un niño?
Es importante que los docentes puedantener en cuenta las emociones en el ámbito educativo. Si entendemos a las emociones y los afectos como elementos que nos conectan entre la vivencia del mundo interno con el mundo externo o social, podemos comprender que son la base desde la cual nos paramos para vincularnos con todo. De esta forma la experiencia educacional debe hacer hincapié en el reconocimiento y la tramitación emocional, permitiendo desarrollar al niño(a) la capacidad de reconocerse y desde ahí descubrir la forma en que aprender se puede volver emocionante para él o ella.
Durante este período es el docente quien ayuda al niño y al adolescente a comprender las emociones y a vincularse con ellas, papel que en la primera infancia lo ocupan principalmente los padres o tutores. Podemos decir que tanto la familia como el maestro constituyen el modelo social de referencia para el/la estudiante.
En este sentido cabe recordar lo que el biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana planteó en un encuentro de educadores de la región de Chile, acerca de la importancia que tiene el rol del adulto en el proceso de crecimiento y desarrollo emocional e intelectual de un niño, explicando la necesidad y los resultados de educar de forma afectiva: escuchando, acogiendo y aceptando: «Cuando decimos que amar educa, hablamos del amar como espacio en el que acogemos al otro, lo dejamos aparecer, escuchamos lo que dice sin negarlo desde un prejuicio, supuesto, o teoría, sino como una persona que reflexiona, pregunta, que es autónoma, que decide por sí misma».
La necesidad de una educación más emocional está en pleno desarrollo y debate, su gran meta es crear un ambiente en el cual los alumnos/as no sean expuestos a factores de riesgo, como lo son las situaciones de extrema presión, y puedan ser protegidos y contenidos desde las instituciones. Teniendo en cuenta este panorama, las nuevas metodologías de enseñanza se plantean como una posibilidad para que los niños y las niñas puedan transitar este proceso de una forma más tranquila y reflexiva, incorporando no solo contenido curricular, sino también herramientas para asumir los desafíos que se les presenten a lo largo de la vida.