Por Gabriel Mysler, Director de Innovation@Reach y Managing Director de Integrity Meter.
“Si quieres conocer el pasado, entonces mira tu presente que es el resultado. Si quieres conocer tu futuro, mira tu presente que es la causa”. Buda.
Incontables emprendimientos, muchas veces disruptivos, invaden el universo de posibilidades que abre ante nuestros ojos el mundo digital. Las empresas tradicionales y estos emprendimientos, que llamamos Start-ups, se miran con interés y algo de recelo, miden fuerzas y plantean dudas. El nuevo ecosistema de los negocios necesita de la colaboración de ambos pero, para eso, deben bajarse las defensas y levantarse barreras.
Así como lo dijo Buda, “el presente es la causa del futuro”, debemos mirar con atención nuestras acciones y decisiones de hoy. Porque hoy estamos sembrando la semilla del futuro: de los múltiples futuros posibles, y de los que podemos elegir ser parte. Entonces, si el presente es la causa del futuro, hoy estamos eligiendo, conscientes o no, entre ser protagonistas o espectadores, activos o pasivos, líderes o seguidores.
Es un hecho que el mundo se está transformando. Son tantas y tan diferentes las fuerzas que actúan e interactúan que es difícil predecir cuál será el mundo resultante. Nuevos jugadores han entrado a escena y las empresas tradicionales saben que deben incluirlas en el ecosistema, pero también temen a la ambigüedad de los resultados posibles.
Zygmunt Bauman, el autor del libro Modernidad Líquida, afirmó que vivimos en un mundo que resumió con el concepto VICA: Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo. Excelente definición, aunque difícil de navegar. La incertidumbre y la volatilidad nos hacen dudar al momento de tomar decisiones en un mundo complejo y ambiguo. Pero, como decían los sabios: no tomar decisiones es una manera más de tomarlas. Podemos pecar u obrar correctamente, en ambos casos por acción u omisión.
Que las empresas tradicionales tienen mucho que aportar, no hay dudas. Que las Start-ups hacen una contribución importantísima, tampoco se discute. El problema es ¿Cómo disminuir la desconfianza (que es mutua) y empezar a trabajar mancomunadamente?
Desconfianza
Muchas veces las compañías tradicionales prefieren desarrollar desde cero o incluso comprar una Start-up, en lugar de asociarse a ella, porque dudan si cuando se lance el servicio o el producto que la Start-up provee, ésta vaya a seguir estando viva para darles soporte o incluso si no habrá mutado para cuando surjan los problemas o la necesidad de asistencia.
Otra duda importante tiene que ver con la escala. Poder dar un servicio de calidad y sostenido para satisfacer las dimensiones de una gran empresa es algo que muchas veces puede ser un gran signo de interrogación para una Start-up. Una gran idea o un desarrollo tecnológico novedoso, muchas veces carecen de los procesos ajustados y de los proveedores correctos para adaptarse a las demandas crecientes.
A veces la “idea innovadora” de la Start-up no está lo suficientemente validada para poder tener las certezas necesarias para tomar el riesgo. Otras veces, saben que si la Start-up no obtiene los fondos que espera, si no recibe la reputación prevista o si sus inversionistas no ven el horizonte que previeron pueden quitarle el apoyo y quedarían en una muy incómoda situación.
Los procesos lentos y las burocracias instaladas de las tradicionales pueden lastimar la relación con una Start-up que espera respuestas rápidas y reacción inmediata. La frustración, junto con las restricciones económicas y los papeleríos y trámites necesarios para las aprobaciones, pueden hundir el barco antes de que empiece a navegar.
Temores de las Start-ups
Muchas Start-ups temen (a veces el miedo es justificado) que las grandes quieran robarles ideas, conocimiento e incluso capital humano. La desproporción de fuerzas intimida.
Las Start-ups temen que las burocracias y los lentos procesos de aprobaciones internas, junto con frecuentes cambios de management y estrategias de las empresas tradicionales, puedan hacer cancelar proyectos ya iniciados sin previo aviso ni consulta.
La cadena de pagos de las empresas establecidas (en los países con altas tasas de interés, aun mas) son largas e impredecibles. La posibilidad de ahogarse por problemas financieros y no económicos, es grande si se depende de estos flujos de dinero.
Los tiempos se miden en diferentes escalas en ambos tipos de compañías. Las decisiones en las empresas tradicionales toman tiempos, exigen de comités y aprobaciones. Si bien los procesos son efectivos, las aprobaciones y puestas en marcha pueden tardar tanto que cuando están listos para salir al mercado, la oportunidad ya haya pasado.
Vencer los miedos
Los tiempos, las expectativas, las edades promedio de sus integrantes, las estructuras jerárquicas, los sistemas de decisión, los incentivos, los premios y castigos, la aversión al riesgo, la estabilidad de los procesos, la cadena de proveedores y distribución, la estructura financiera, la experiencia del negocio y la antigüedad, entre otras, pueden ser muy diferentes entre las Tradicionales y las Start-ups. Sin embargo, la necesidad de adaptarse a la 4ta revolución industrial las afecta a ambas por igual y las invita a ser socias del ecosistema.
La mejor manera de vencer los miedos es conocerlos, aceptarlos y enfrentarlos. Aquí también unos y otros deben desaprender para volver a aprender. Son las reglas de un juego que ha mutado y, por lo tanto, es plástico. Tal vez, en este mundo “VICA” del que hablaba el filósofo polaco, haya que volver a citar al Buda cuando afirmaba: “Para entender todo, es necesario olvidarlo todo”.